(02/03/2000)
Icé mis velas de humo en un mar de diamante; profundo y eléctrico se escucha el abismo.
Corrientes atemporales despliegan su vida, de pájaros abisales en la inquieta arena.
La calma pronuncia nombres de ola; intuyo por fin que estoy rodeado.
En medio del agua me siento una fuente, columna sin templo que ve a sus iguales.
Dejé mi rastro de risas, borbotones de hombre, espuma de alma.