Serie de fotografías
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Serie de fotografías

En la madrugada del Viernes Santo, procesiona en Arcos de la Frontera la Real e Ilustre Hermandad y Cofradía de Penitencia de Ntro. Padre Jesús Nazareno, María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, San Juan Evangelista y Santa Mujer Verónica.
La procesión parte de la iglesia de San Agustín, en el corazón del Conjunto Histórico-Artístico, a las 2 de la mañana, para recogerse a las 4 de la tarde. Una multitud de devotos, en gran parte mujeres, acompaña a las imágenes titulares en su recorrido, muchas de ellas haciendo «promesa». Numerosas saetas se dirigen al Nazareno, algunas, cantadas desde el interior de las propias casas, oyéndose en la calle como un emotivo e íntimo rezo.
La talla principal es obra de Jaime Velardi, hacia 1600. La figura posee un brazo articulado con el que realiza la bendición a los arcenses en dos puntos clave: la iglesia de San Francisco, y el Barrio Bajo, los extremos del largo y sinuoso desfile.
Es destacable, asimismo, la presencia en el cortejo de un cuerpo de romanos, que, aunque no son exclusivos de esta ciudad, si tienen una idiosincrasia propia, y una peculiarísima forma de marchar, según las órdenes dictadas por el jefe, expresadas a su milicia con voz firme y ronca. En Arcos, estos romanos reciben popularmente el nombre de Armaos.
La fundación de la cofradía data de 1589.
Algunas de las imágenes mostradas a continuación corresponden a un descanso efectuado en la mitad de la estación de penitencia.
Fotografías: Rafael Barrios Orozco
Fuentes:
http://www.nazarenoarcos.blogspot.com.es/
Pasión en Arcos, año XIX, Marzo 2016, Publicaciones del Sur S.A.

Carnaval. Contrapunto. Arcos de la Frontera, Febrero de 2016.
Despierto… Por la tarde la cigarra y por la noche el grillo. De la playa sube un frío milenario que atraviesa el sueño. «Allende los mares» tengo amigos escuchando música azul o respirando ciudades de humo y niebla. Quizás alguno nos salve de esta cabalgata horrible de noticias sobre el hundimiento permanente. Tal vez alguno comparta, de nuevo (como siempre hicimos, como nunca dejamos de hacer) una canción, un poema, una partida de ajedrez.
Pese a todo y contra todo, más belleza.
Cádiz, 22 de julio de 2012
(foto: Arcos, de noche)
Seguramente nadie lleva su cara en horteras pegatinas en la trasera del coche, ni será nunca considerado ídolo por movimiento comercial alguno. No era de la gente: ni de los ricos, ni de los pobres; ni de los cultos, ni de los analfabetos; no atraía al gran público, ni nadie dirá a boca llena eso tan manido de “era una gran persona”; no era de nadie, solo de su cante.
Le vi renegar de Jerez en el Teatro Villamarta, ante los jerezanos; le escuché repudiar a los gitanos en la Plaza de la Asunción, ante cientos de ellos. Sin embargo, durante años no ha habido otro que representara el cante gitano de Jerez como él; aunque naciera en Rota. Paradojas… o una espina clavada que él se quitaba cantando fandangos contra la institución de la Justicia, delante de los jueces; contra los poderosos, teniéndolos en primera fila. Contra alguno de sus hijos, que le respondía entre el público triste, clamando al amor paternal.
No era un revolucionario de nada, ni hacía militancia por causas lejanas a su propia existencia. Solo defendía su cante, su única bandera. Con vanidad cuando se glosaba, él mismo; pero con humildad proverbial y sabiduría jonda, cuando lo ejecutaba. Si se dice eso de el cante hablado, el cante masticado… son apelativos que se crearon para él.
Cantaba lo que vivía. Ni una brizna de falsedad hay en su repertorio de bulerías, soleares, seguiriyas y tonás. Aunque muchas letras ya vinieran de siglos, y fueran clásicas, en él cobraban vigor, extrañeza, personalismo; haciendo que, de nuevo, el flamenco se tornase, esencialmente, esa crónica pasional, y delicada a la vez, que no se puede silenciar por radio-fórmulas, ni pisotear por señoritos, ni perderse entre el gentío vulgar; la tragedia de todo aquel que, durante la Historia de Andalucía, ha trabajado deslomándose, casi esclavo: el jornalero polvoriento en la viña y el cortijo, el arriero honrado en el camino, el pastor melancólico en los montes desolados, el herrero quemado en su infierno, el emigrante tembloroso, el soldado adolescente que arrancan de su casa hacia una guerra ignota. La soledad, el miedo, la muerte, la vileza del dinero, el arrojo, los instintos bajunos, la nobleza del sentimiento, el amor asesino, la lírica de los celos, la miseria material de generaciones enteras, la enfermedad moral de muchos predicadores del bien. Todo, en su cante rancio y provocadoramente individualista, sin concesiones.
Era capaz de escupir en el escenario después de una ronda de bulerías para escuchar; y en la misma función, podía dejar caer su chaqueta en la silla con esa elegancia en el vestir que tienen los flamencos; con arte, siempre.
Decían que se parecía a Manuel Torre; y él, con su habitual desparpajo, reconocía no haberlo escuchado. No se debía a ninguna escuela, aunque oírlo te transportaba a la misma entraña de La Plazuela, uno de los corazones con que late la gitanería de Jerez. Un mundo aparte, con sus propios códigos, y fronteras, pues del campanario de San Miguel al de Santiago, toda una nación del cante se custodia amurallada, dejando los arrabales de la Reconquista para ese pueblo errante, que tanto, aquí, ha entregado a la cultura del sur.
Si, para los que se van, hay eso que los aficionados llamamos el Cuarto de los Cabales, una silla de enea estará ahí para él.
Descanse en paz:
Don Manuel De los Santos Pastor, Agujetas de Jerez.
Noticia de la muerte de Agujetas en El País
Agujetas en el programa de televisión Rito y geografía del cante, 1972

Por la fecha que pone en la carpetilla de la cinta casete, debía ser Semana Santa. Lo recuerdo bien porque llegamos a Arcos de noche y nos fuimos al Paseo de Boliches, donde había garitos abiertos «de temporada», es decir, solamente para esos días de fiesta. Era algo que entonces se hacía en esa calle, que, pasando la medianoche de aquel día santo (qué procesión estaría aún sin recogerse) parecía la eslora de un barco grande, sobre la negra humedad del Guadalete, escondido y oscuro.
Contentos íbamos nosotros con nuestra maqueta debajo del brazo, grabada en un solo día, en el estudio de Los hermanos Dalton, San Fernando. Nos faltaba tiempo para decirle a alguno de los bares aquellos que pusieran nuestra música. Y así seguíamos disfrutando de lo nuestro.
Este es el retrato de un día de felicidad. Una de esas jornadas redondas que nadie ni nada te puede borrar de la memoria. Creíamos que hacíamos ruido con etiquetas más o menos de moda, pero esencialmente hacíamos música, nuestra música. La que nos daba la gana. La que nos gustaba. Nos planteamos un reto y lo conseguimos. Ensayamos, compusimos, aprendimos. Era difícil porque cada uno éramos (somos) muy de nuestro padre y de nuestra madre; pero, mira: algo salió.
No había entonces smartphones, ni compartíamos al momento cualquer chorrada (ay, esto empieza a parecer el escrito de un cascarrabias nostálgico) aunque también surgían, claro. Ni siquiera la foto (fotocopiada luego) se hizo con una cámara digital. Todo tenía un tinte artesanal muy importante, porque no era el fruto de un tío solo en su cuarto haciendo todo el trabajo con un ordenador, sino el resultado de varias personas que se veían de vez en cuando y ensayaban durante semanas hasta conseguir algo que les divirtiera. Y para eso, muchas veces, había que tirar de amigos: el del ordenador, el manitas, el que sabía inglés de verdad, el de la foto, el que nos proveía de cosas, el que nos buscaba conciertos…
Este post solo es un agradecimiento sencillito para aquellas personas que compartieron conmigo, en aquella etapa, ilusiones, anhelos, esperanzas, proyectos, discos, poemas, litronas, humos diversos, púas, cuerdas, camisetas, conciertos, lizipaínas, causas perdidas, causas encontradas, fanzines, los primeros cds, amores, pensamientos… y me quedo corto, siempre me quedaré corto, porque los buenos ratos, acompañados de tres acordes y ritmos rápidos, son irrepetibles y no se dejan atrapar.
Nadie nos los puede quitar.
[De izquierda a derecha: Lorenzo Roldán, Francisco Suárez, yo, José Manuel García. Tas la cámara: María Ángeles Sánchez]
En cualquier empresa no hay nada peor que tener mala compañía: no puede obtenerse buen fruto. La tierra sembrada de error, como fruto, produce la muerte. Sí; un hombre piadoso que embarca en un navío con marineros temerarios que proyectan alguna maldad, termina por perecer en compañía de esa raza de hombres que es despreciada por las deidades.
Esquilo, Tragedias. Los siete contra Tebas, Editorial Gredos, Madrid, 2000.
El pasado 4 de agosto se celebró en Arcos de la Frontera (Cádiz) la LV edición de la Velada de las Nieves, uno de los festivales flamencos más antiguos de Andalucía. Publico aquí fotografías de los artistas que pasaron por la Plaza del Cabildo, escenario clásico de una de las citas culturales más importantes del año en la ciudad de la peña.
Aquí tenéis dos enlaces de noticias aparecidas al respecto, también con fotos realizadas por mí.
El cantaor gaditano David Palomar recibe la medalla de la Velada de las Nieves
Emoción y arte en la 55 Velada de las Nieves (periódico Arcos Información)